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sábado, 9 de julio de 2011

Bases fundamentales de un ministerio de música

Tomado de www.alencuentrocondios.org

El Profeta Amós en el capítulo 6, 5 habla de la música religiosa que no es agradable a Dios. Y en el cap. 5, 23 , el Señor reprende a los que hacen música religiosa sin que su corazón esté consagrado a Él: "Quita de mí lado la multitud de tus canciones, no quiero oír la salmodia
de tus arpas".
Pablo Domingo y Silas Pavarotti
  El Nuevo Testamento contiene
únicamente 12 pasajes con indicaciones relativas a la música. Sin embargo, sabemos que la Iglesia primitiva tiene muchos puntos de continuidad con el pueblo de la antigua alianza y, al principio, sus celebraciones fueron similares a las de las sinagoga. Si los hebreos tenían razones para cantar y alabar a Dios, los cristianos tenían aún muchas más.
El Nuevo Testamento comienza con un canto profético de María: "El Magnificat" (Lc 1, 45-55). Según las costumbres del pueblo hebreo, un poema de este tipo debía recitarse cantando.
El nacimiento de Jesús fue anunciado por el más fantástico ministerio de música que jamás se haya oído sobre la tierra: miles de ángeles entonando el Gloria, que después seria cantado por millones de cristianos (Lc 2, 14).
Algunos días más tarde, Ana y Simeón desbordaron de alegría cuando vieron a Aquel que el pueblo esperaba desde hacía muchos siglos, y lo saludaron con un himno de alabanza al Salvador (Lc 2, 22-38).
Estos poemas fueron, con toda seguridad, cantados, como lo serán después durante siglos y siglos por los cristianos.
Jesús participó - como cualquier otro israelita en el canto de los salmos de alabanza y penitencia, tanto en la sinagoga como en el Templo. Hay un momento muy especial, tras la Última Cena, narrado en (Mc 14, 26): "Cuando hubieron cantado el salmo, salieron al Monte de los Olivos".
Los primeros cristianos mantuvieron la tradición judía de cantar los salmos. Participaban en el culto del Templo y los cantaban también entre ellos en las casas. El hábito de cantar y el sentido espiritual del canto debía ser algo verdaderamente arraigado en ellos, cuando en una situación tan apurada como la que vivieron Pablo y Silas en la prisión de Filipos, los cánticos brotaban espontáneamente de su corazón.
La orden de cantar es menos frecuente en el Nuevo Testamento que en el Antiguo Testamento, pero la encontramos en las cartas de San Pablo a los Colosenses (3, 16) y a los Efesios. Esta última carta constituye una especie de testamento espiritual de Pablo a las iglesias de Asia Menor. La segunda parte del capítulo 5, versículos 17 a 20, se podría titular "Carta del Apóstol San Pablo a los Ministerios de Música Cristianos".
Pablo hace una exhortación fundamental : "¡Llenaos del Espíritu Santo!", seguida de cinco verbos:
- "Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados".
- "Cantad para el Señor desde lo hondo del corazón".
- "Tocad para el Señor desde lo hondo del corazón".
- "Dando gracias siempre y por todo al Dios Padre en el nombre de Jesús".
- "Sometidos los unos a los otros en atención a Cristo".
Esto quiere decir que la plenitud del Espíritu tiene como consecuencias el canto, la alabanza, la acción de gracias y el sometimiento mutuo. Pero, por otra parte, quiere hacernos comprender que cuando cantamos unidos unos a otros, alabando al Señor y dándole gracias por todo, estamos más abiertos a la acción del Espíritu y lo experimentamos en mayor plenitud. O sea que el canto es, a la vez, una característica de la Plenitud del Espíritu y un medio de lograrla. Es como un canal de doble dirección: Por Él recibimos la vida de Dios y por Él expresamos esta vida que está en nuestro interior. Este texto de Efesios es, pues, clave para captar la importancia de la música y el canto en nuestra vida espiritual, especialmente en su aspecto comunitario.
Pablo nos habla de cantar salmos, himnos y cánticos inspirados. Destaca el valor de la diversidad. La Biblia nos transmite ciento cincuenta salmos muy diferentes que se cantaban siguiendo variadas melodías. Durante mucho tiempo, sólo se cantaban estos poemas inspirados por el Espíritu Santo. Pablo, pide que se canten también himnos y cánticos espirituales.
Dios no actúa por patrones estereotipados. Toda la creación refleja su amor por la diversidad. Según los tiempos y las circunstancias, tenemos necesidad de diferentes tipos de cantos y de música. Debemos tener esto muy en cuenta en el canto colectivo. La gran ventaja de los salmos es que nos ofrecen un texto del que podemos estar seguros que gusta a Dios, ya que Él mismo lo ha inspirado. A los salmos podemos unir los himnos que aparecen en los libros históricos, en Isaías y Jeremías, en las cartas de San Pablo y en el Apocalipsis. A ellos podríamos añadir todos los cánticos compuestos en el transcurso de los siglos y que constituyen uno de los tesoros más preciosos de la Iglesia.
Los "cánticos inspirados" debían ser improvisaciones espontáneas en base a textos bíblicos o experiencias interiores surgidas en la oración. Si se improvisan las oraciones y los testimonios ¿por qué no permitir la improvisación de los cantos?.
Naturalmente procurando integrar a toda la asamblea en esta clase de cantos, evitando todo protagonismo o deseo de lucirse e intentando que la letra esté lo más cercana posible al texto bíblico. "Cantad a Dios con todo el corazón" (Col 3, 16). Dios es el destinatario de nuestros cantos. Poco importa si son cantados en nuestro interior o en voz alta, que gusten o no a los estudiosos de la música. Si alguien canta con todo el corazón sus alabanzas a Dios, está cumpliendo su Palabra.
Y ¿qué nos dice sobre la música el último libro de la Biblia?
En la eternidad, al final de la historia de la humanidad, el canto permanecerá como una de las ocupaciones de los huéspedes del cielo: Los 24 ancianos cantan un canto nuevo en honor del Cordero:
"Tú eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos..." (Ap 5, 9-10)
Los 144.000 redimidos adoran a Dios por medio del canto:
"La victoria es de nuestro Dios que está sentado en el Trono y del Cordero"
Y todos los ángeles adoran a Dios cantando:
"La Alabanza, la Gloria, la Sabiduría, la Acción de Gracias, el Honor, el Poder y la Fuerza..." (Ap 7, 10-12)
Cuando el séptimo ángel toca la trompeta, unas voces poderosas entonan el himno de victoria (Ap 11, 15). Los que habían vencido a la bestia estaban "en pie, sobre el mar de cristal, con las arpas de Dios. Y cantaban el Cántico de Moisés, el siervo de Dios, y el cántico del Cordero" (Ap 15, 2-3).
Parafraseando a Pablo en 1Cor 13, 8, podemos decir: La predicación y la Evangelización cesarán en el cielo ... pero la música de adoración ¡continuará!
¿Y tú, componente del ministerio, cómo vives esta experiencia?
Nos dice la Palabra "cada uno, según el don que ha recibido, póngalo al servicio de los otros" (1Pe 4,10).
Si has recibido el don del Señor para la música y el canto, es un talento que Dios te pide que pongas al servicio de tus hermanos y hermanas. El te pedirá cuentas de como los has usado. Si guardas su don, si lo entierras en lugar de hacerlo fructificar, sufrirás los reproches que el Señor dirige al siervo infiel. Y para utilizar correctamente este don que me ha sido confiado, no debo subestimarlo y sobrestimarlo, sino aceptarlo. Conocerlo, valorarlo y dejar que el Señor lo haga crecer. Acoger con humildad su don: "Que nadie se tenga por mas de lo que conviene, sino que cada uno se tenga por lo que se debe tener, conforme a la medida de la fe que Dios otorgó a cada uno" (Rom.12, 3).

¿Cómo se debe actuar en un Ministerio de Música?

"El maestro Reichel dirigía el ensayo de su conjunto vocal preparando la ejecución "El Mesías" de Händel.
El coro acababa de llegar al lugar donde la soprano entona: "Yo sé que mi Redentor Vive". Cuando ella hubo terminado, las miradas se dirigieron hacia Reichel, esperando que expresara su satisfacción. En lugar de esto, se acercó a la cantante y le dijo:
- Hija mía, ¿verdaderamente sabe usted que su Redentor vive?
- Si - contestó ella- . ¿Por qué?
- Entonces, ¡cántelo!. Dígalo de tal manera que todos los que la oigan comprendan que usted conoce el gozo y la fuerza de la Resurrección de Cristo.
Entonces Reichel ordenó a la orquesta que volviese a empezar. La solista cantó como si fuese la primera vez que hubiera experimentado el poder de la Resurrección. A todos los que la oyeron les costaba contener la emoción. El maestro, con los ojos llenos de lágrimas, se acercó a ella y le dijo:
- "Ahora estoy seguro de que usted sabe que su Redentor vive ... su canto me lo ha dicho". 
El mismo y único Espíritu Santo da a algunos el don de servir a la comunidad en la música y los cantos (1Cor 12,11). En función de éste servicio, con los diversos carismas que el Señor regala para ello, se forma el Ministerio de Música; teniendo en cuenta más aún que el buen oído, la voz sonora y la formación musical, la sensibilidad y docilidad al Espíritu; más que la destreza técnica, la humildad, la unción, la entrega al Señor.
Cómo todo ministerio, el M.D.M. es un instrumento de Dios para edificar la comunidad. Por eso debe ser discernido, cuidado y pastoreado.
Los hermanos y hermanas que forman un Ministerio de Música son personas que:
- Se han encontrado con Dios.
- Se ha convertido a Él.
- Frecuentan los Sacramentos.
- Conocen, leen y escuchan la Palabra de Dios.
- Dan testimonio con su vida, en una relación con Dios a través de la oración y en relaciones fraternas con los demás.
- Son y se sienten Iglesia, unidos a sus Pastores y en conformidad con su doctrina.
- Han sido llamadas por el Señor a servirle en este ministerio.
Todas estas condiciones son necesarias, aunque algunas -aparentemente- nada tengan que ver con la música. No es preciso, sin embargo, ser joven, tener una gran voz, saber tocar la guitarra.... Todas estas cosas, buenas o indiferentes de por sí, no cualifican necesariamente para formar parte de un M.d.M.
Lo fundamental, como en toda vocación, en todo servicio al Señor, es su llamada y mi respuesta. Hay personas a las que Dios llama a este servicio y se resisten a ello. Por miedo a comprometerse, no crecen espiritualmente, sin conocer ni cumplir el plan de Dios para su vida de servicio a la comunidad.
La vivencia espiritual de un M.d.M. es la que lo hará capaz de transmitir el mensaje de Dios con poder y, a su vez, manifestarle a Dios los sentimientos de su pueblo, siempre movidos por el Espíritu Santo.
Todo ministerio es como una pequeña comunidad. Y así debe crecer: como una pequeña comunidad que canta y hace cantar a la Iglesia de Dios. Una comunidad unida que edifica la unidad del cuerpo de Cristo.
Los hermanos y hermanas de un M.d.M. desarrollan, por tanto, un mutuo ministerio, animándose y exhortándose, apoyándose y consolándose los unos a los otros, de modo que el ministerio se convierta en un lugar de comunión dentro de la comunidad eclesial.
Un hermano mejicano, David Pimentel, compara al M.d.M con un puente:
- Un buen puente: Sería un medio de unión, de acercamiento y de comunicación de Dios al hombre y del hombre a Dios. Cuando un puente funciona como debe, los pasos del hombre son más seguros. Cuando un ministerio de música funciona bien, la asamblea camina con más seguridad.
- Un mal puente: Es el caso del hombre que construye su casa (servicio) sobre arena (Lc 6, 48-49). Este servicio se torna débil e incluso peligroso. El ministerio no proyecta a Dios: se proyecta a sí mismo. El pueblo no llega a Dios tan fácilmente, se queda en el puente, porque le faltan piezas tan fundamentales como humildad, sometimiento, discernimiento, oración, vida sacramental, vida eclesial .....
- No hay puente ( no hay ministerio ): El hombre sí puede entrar en comunicación con Dios sin la ayuda de la música y del canto, pero el camino de la asamblea es más laborioso y difícil al no utilizar este puente tan accesible .
El mensaje que un M.d.M. da, tanto a los cristianos como a "los de fuera", depende, en gran parte, de su expresividad, es decir, de la manera en la que sus miembros manifiestan su autenticidad de oración y de vida, en como viven el canto y lo expresan con su cara, sus gestos, con toda su actitud corporal. Un M. D. M. tiene que transmitir la Verdad. Por ello, cada nuevo canto ha de ser meditado. hecho de cada uno, orado para luego ser cantado por todos con plena convicción.
Un punto fundamental es velar por la unidad interior del M. d. M. . La verdadera unidad, la comunión profunda, no es automática. Es un regalo de Dios que debe ser preservado contra los ataques del Enemigo. No hay nada más natural - o sea, propio de nuestra naturaleza pecadora- que las rivalidades, los celos, los resentimientos que surgen porque no hemos sido valorados como nos merecemos, porque nuestra opinión no ha sido tenida en cuenta , porque no se consideran nuestros dones y cualidades... Después se canta como si nada hubiera pasado, como si formásemos el ministerio más unido de¡ mundo. Pero la corriente de Gracia no pasa. El Espíritu Santo no puede usar libremente un ministerio de música si hay barreras entre las personas que lo forman. Llegado el caso, si hay un conflicto latente que no ha sido resuelto, es mejor dedicarse a orar en lugar de ensayar, cantar y tocar. Cuando hayamos confesado nuestros fallos, pedido perdón y perdonado, recuperando la comunión en Jesús, cantaremos y tocaremos con verdadero gozo en el Espíritu Santo, Espíritu de Amor, de Unidad y de Perdón.
La riqueza de este Espíritu es infinita. El es el siempre nuevo, el que "hace nuevas todas las cosas". Sus manifestaciones son multiformes, sorprendentes, y no las podemos reducir a nuestros esquemas y clasificaciones. Podríamos hablar de un don de música en sentido general, como el don de experimentar y transmitir por medio del canto y la música la acción del Espíritu. Pero si profundizamos más, vemos que Aquel que es Señor y dador de Vida capacita a un M.d.M. con herramientas muy variadas, todas necesarias y complementarias. Unas son cualidades o facultades naturales potenciadas y transformadas por su acción, y otras son... toda una sorpresa. Por eso es mejor hablar - en plural - de dones para la música y el canto.
"Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu" (1ª Cor 12, 4).
"A cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común" (1ª Cor 12, 7).
"Si el cuerpo fuera un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?" (1ª Cor 12, 19)
A cada miembro de un M.d.M. se le da la manifestación del Espíritu para el bien común. Y así, por obra del mismo y único Espíritu, uno recibe el don de exhortar y animar; otro el don de profecía y palabra inspirada a través del canto. Éste recibe el don de discernir; aquél el de interceder. A unos, este mismo Espíritu les da don de salmodiar y cantar bajo su inspiración. Otro recibe del Espíritu el don de dirigir. El que discierne no puede decir al que salmodia: No te necesito. El que dirige no puede decir al que profetiza a través del canto : No me haces falta.
Un M.d.M. no es un coro que se valore por el número de voces, ni un conjunto musical que se mida por la variedad de sus instrumentos. Son los carismas los que marcan la diferencia:
Estas herramientas santas que Dios pone en nuestras manos (débiles y pecadoras) son con lo que verdaderamente el Señor "construye la casa" y "guarda la ciudad".
La música y el canto están al servicio de la oración. El M.d.M. está al servicio del cuerpo, de la comunidad y, por tanto, unido a la cabeza y sometido a aquellos que el Señor ha puesto como pastores. El M.D.M. está siempre bajo la autoridad de quien lleva la oración de la asamblea. Y desde esa unidad con los que dirigen, guía a la comunidad con el canto. De ahí la importancia de que M.d.M y dirigentes oren juntos antes, de que los responsables ejerzan sin temor su ministerio y de que el M.d.M. obedezca con amor.
Para que un M.d.M. pueda ser canal del Espíritu tiene que estar desatascado y limpio. Cada uno de sus miembros tiene que llevar una vida digna del llamamiento que ha recibido. Vida de oración diaria, de lectura de la Palabra, de Eucaristía y Reconciliación... ¡Vivir en la Gracia de Dios para ser canales que la dejen correr!. Es, por tanto, fundamental, que todo M.d.M. ore antes de servir; y esta oración debe de ser conforme al servicio que se va a prestar. Orar con corazón contrito y humillado, sometiendo al Señorío de Jesús todo pecado, herida, problema o división. Adorar y entregarse: dejar a Dios ser Dios. Y siempre habrá alguien sosteniendo - en la sombra esta oración: María.
La Iglesia debe orar para que Dios conceda sus dones para la música y el canto y suscite muchos M.D.M. dispuestos a servirle más. Si el Señor nos regala Ministerios de Música ungidos no es para que el resto de la asamblea se calle. La música es algo de todos; nada puede sustituir al canto en común. Mientras toda esta renovación de la música y el canto - por muchas y buenas que sean sus aportaciones y novedades se quede al margen de la vida normal de los grupos y comunidades, de asambleas y celebraciones, no conseguirá su verdadero propósito. El propósito de Dios es siempre el Cuerpo de Cristo, la Iglesia, su edificación y su expresión. Sólo el Cuerpo de Cristo da sentido a un M.d.M.. Un cuerpo resucitado que cantará el cántico nuevo delante del trono y del Cordero (Ap 5, 8).
http://www.alencuentrocondios.org/bases_de_un_minmusica.htm

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